PREPARATIVOS DE VIAJE
Ayer se celebraba el Día del libro y Madrid se vestía de biblioteca gigante. En el Ateneo de Madrid se presentaba el número 500 de la Colección Baños del Carmen (colección donde Ediciones Vitruvio reúne obras clásicas de la poesía con poemarios de nuevas voces, versos consolidados y versos por descubrir).
La ocasión merecía la pena: se presentaba Preparativos de viaje, la poesía completa de Dámaso Alonso. La voz del poeta tuvo su reflejo en Justo Jorge Padrón, Ramón Hernández, Alberto Infante, Eduardo Merino, José Elgarresta, Javier Lostalé, Antonio Daganzo, José Cereijo, Fernando López Guisado, Alfonso Berrocal, José Luis Fernández Hernán, Manuel de la Fuente Vidal, Francisco Castañón, Ana Ares, Paco Moral, Aurora Auñón, Álvaro Petit, José Félix Olalla, Hilario Martínez Nebreda, Carlos Guerrero, Modesto González Lucas, Miguel Losada, María Antonia Ortega, Juana Vázquez, Pablo Méndez, Raquel Lanseros y Felisa Torrego, que declamaron sus versos durante el tiempo de la velada.
Allí estuve yo, mudo asistente, emocionado ante la fuerza de un principio que no pudo haberse elegido mejor: Insomnio, la ciudad de más de un millón de cadáveres, en la voz del poeta Justo Jorge Padrón, poniendonos a todos los pelos de punta como hacía Brian May al comienzo de cada concierto de Queen: vibraban las cuerdas de la Red Special —tal vez con los primeros acordes de Tie your mother down— y sabías que a partir de ese momento debías poner en off el mundo que te rodea.
De izquierda a derecha: José Elgarresta, David Minayo y Christelle Sanchez.
INSOMNIO
Madrid
es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas
estadísticas).
A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este nicho en el que hace 45 años que me pudro,
y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los perros, o fluir blandamente la luz de la luna.
Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como un perro enfurecido, fluyendo como la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla.
Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole por qué se pudre lentamente mi alma,
por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad de Madrid,
por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo.
Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?
¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día, las tristes azucenas letales de tus noches?
A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este nicho en el que hace 45 años que me pudro,
y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los perros, o fluir blandamente la luz de la luna.
Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como un perro enfurecido, fluyendo como la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla.
Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole por qué se pudre lentamente mi alma,
por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad de Madrid,
por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo.
Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?
¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día, las tristes azucenas letales de tus noches?
DÁMASO ALONSO
David Minayo y Fernando López Guisado en en Ateneo de Madrid
LA NOCHE DE LOS LIBROS
Es escasa la distancia que separa la calle Prado del Paseo de recoletos, por lo que el trayecto desde el Ateneo de Madrid hasta el Café Gijón lo hicimos a pie.
De izquierda a derecha: José Luis Fernández Hernán, José Elgarresta y David Minayo
(detrás se puede ver el Palacio de Comunicaciones, Madrid).
(detrás se puede ver el Palacio de Comunicaciones, Madrid).
Cuentan en Wikipedia —ese lugar de referencia donde uno lo encuentra casi todo— que el Café Gijón fue fundado en 1888 —ocho años después que el turrón más caro del mundo— y que, tras la Guerra Civil, alcanzó fama entre los escritores de la época que acudían con asiduidad a las tertulias literarias y reuniones que allí se producían. Entre las mentes ilustres que por sus paredes desfilaron se encuentran gran parte de la Generacíon del 27 y del Garcilasismo. Uno entra por la puerta y ansía la posibilidad de viajar en el tiempo, de elegir el instante para sentarse frente a Ramón María del Valle-Inclán, Antonio Buero Vallejo, Camilo José Cela, Antonio Gala, Fernando Fernán Gómez, Santiago Ramón y Cajal, o un largo etcétera. Con esta historia en su currículum, es normal sentirse un tío con suerte cuando tienes la oportunidad de recitar tus propios versos en el Café Gijón.
Anoche, la Noche de los libros de Madrid, y después de la presentación de Preparativos de viaje, compartí versos con Raquel de Marichalar, Mercedes Carrillo, Antonio Daganzo, Pablo Méndez, Eduardo Merino, José Luis Fernández Hernán y Rafael Talavera.
Raquel de Marichalar declamando uno de sus poemas (Café Gijón, Madrid)
El acto se dividió por bloques: cada uno leímos dos poemas propios y un tercer poema de un autor preferido; yo elegí para la ocasión La inasibilidad del mar, de Karim Chergui, un texto que me resulta imposible leer sin emocionarme, donde cada imagen guarda un profundo sentido. Entre los asistentes pude encontrar a buenos amigos: Patricia Pérez, Francisco Caro o José Luis Álvarez Gallego.
Los siguientes vídeos —grabados por Christelle Sanchez— muestran mis intervenciones (De cuando buscabas respuestas en Google, La inasibilidad del mar (Karim Chergui) y Se deja de morir) y la última lectura de Antonio Daganzo, declamando su poema Escúchame: