viernes, 7 de junio de 2013

PRESENTACIÓN DE «LA DENSIDAD DE LA AUSENCIA», DE DANI ROMERO

  
Ayer tuve el placer y el gran honor de recitar junto a Daniel Romero Campoy uno de los poemas de su primer libro: «La densidad de la ausencia», que nacía en un lugar tan mítico como el madrileño Café Comercial, en la glorieta de Bilbao, donde el también grandísimo poeta Fernando López Guisado hizo las labores de presentador, acompañado de Pablo Méndez, excelente poeta y editor de Vitruvio, y Paco Moral, otro monstruo de la poesía que acaba de publicar el poemario «Frutas y banderas» (Ed. Vitruvio).

Y es que «La densidad de la ausencia» ocupa, desde ahora, el lugar trescientos setenta y ocho en la extensa y reputada colección «Baños del Carmen», de Ediciones Vitruvio, y el primero para Daniel Romero Campoy, que cumple así uno de sus sueños.

El libro es una colección de poemas muy bien estructurada y con un denominador común que no debe escaparse. Sus páginas esconden una poesía muy íntima, capaz de transportar al lector a lo más profundo de su ser para plantearse dudas existeciales, como en «Vértigo», donde el autor se pregunta: 

cómo puedo disimular
el estigma de lo perdido... 

Pero no se trata de encontrar respuestas, sino de llegar al punto exacto del término que Aristóteles acuñó en su Poética: la Catarsis. Y para eso, y porque es un gran aficionado y lector de filosofía, Dani resulta un verdadero maestro y un guía de lujo.



VÉRTIGO

Habito en los márgenes
               constantemente.
Intento huir de mi sombra
esquivando a la presencia satírica del ayer.
 
Acumulando miedos, decepciones
e historias imprecisas
perdidas debajo de la piel.

Delimito el surco de las estaciones,
limpio el hollín restante en los poros
y me pregunto
    cómo puedo disimular
    el estigma de lo perdido,
si somos todo cuanto alcanza el recuerdo.

Incapaz de dar la respuesta idónea
frecuento cafés de barrio,
habitaciones de hotel y viejas amistades
en busca de miradas cómplices
o suicidios compartidos.
Evitando el vértigo que resulta
de conocer la realidad, 
    lo trascendente del azar.

Saberme encadenador a lo efímero. 

DANIEL ROMERO CAMPOY






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