viernes, 13 de noviembre de 2015

PRESENTACIÓN OFICIAL DE SOPORTAR LA NOCHE

Ayer llegó a mis manos el montaje de la presentación de Soportar la noche (Ediciones Vitruvio), que tuvo lugar el pasado 29 de octubre. Un trabajo de José Pose cuyo excelente resultado comparto con vosotros (sé que le ha echado muchas horas, por ello le mando un abrazo inmenso desde aquí). También, como no, le agradezco a mi querido Alberto Alises su labor como cámara, tanto él como José estuvieron grabándolo todo codo con codo: fue una suerte contar con estos dos grandes amigos para inmortalizar el momento; y con todos vosotros: los que vinísteis y los que, a pesar de la distancia, supísteis cómo acompañarme; los que hacéis de la poesía un camino apacible, hospitalario, y digno de transitar.

En la mesa estábamos José Elgarresta, Pablo Méndez y yo.

  DE IZQUIERDA A DERECHA: JOSÉ ELGARRESTA, DAVID MINAYO Y PABLO MÉNDEZ. FOTOGRAFÍA DE JOSÉ POSE. 29 DE OCTUBRE DE 2015.







SOPORTAR LA NOCHE
TEXTO DE LA PRESENTACIÓN DE JOSÉ ELGARRESTA

Gran título para un gran libro, este “Soportar la noche” que es el equivalente poético del acto de soportar la duda existencial por el hombre durante toda su vida. Una vida entendida como una representación en que cada uno intenta reconocerse en el personaje que le ha tocado representar, sin conseguirlo nunca. Una vida entendida también como un intento de humanizar el cosmos para hacerlo comprensible, de tal forma que pudiéramos sentirnos uno en él y comprendernos “con solo mirarnos”.

Sin embargo, es obvio que para David éstas son metas imposibles y nada más ilustrativo a este respecto que la afirmación contenida en el poema sintomáticamente titulado “Siglo XXl”: ante los avances científicos Dios se pregunta maravillado “si acaso existe”. ¿Cabe mayor ironía que ésta, dirigida simultáneamente a ambos, Dios y ciencia, y dejando entre ellos, desvalido, al hombre?

Pero este planteamiento se extiende al territorio del amor, concebido como una posibilidad de salvación que, no obstante, suele terminar en un desastre, en el cual el único gesto que permanece en la retina de los amantes es el olvido.
El hombre entonces es un ser que por puro instinto de supervivencia vaga desorientado, sin saber hacia dónde. Es consciente de que se miente a sí mismo, pero ¿qué importa si, como dice en otro poema, “es indispensable que rompas tu corazón cada cierto tiempo, que nunca te permitas ser feliz”?

Está claro que la vida humana se transforma en una obra de teatro, en el transcurso de la cual tienen lugar escenas claramente surrealistas, como la descrita en la página 67, en la cual un empleado de correos no quería entregar al poeta un libro enviado por el autor de estas líneas, dando lugar a un episodio de anomia que refleja la soledad del hombre a lo largo de su existencia. No importa quien tenemos delante, sino las normas o las órdenes “de arriba”. Vivimos en un mundo que nos es ajeno.

En esta tesitura, intentamos agarrarnos a los recuerdos, que ya son pasado y como tal David los califica de basura, dada su incapacidad para aportarnos alguna mejora en el presente. El yo que fuimos ya no nos puede satisfacer. La búsqueda continúa.

¡Búsqueda! Esta es la palabra clave de este libro. Una búsqueda entre tinieblas. ¡La vida es sueño! dijo Calderón y David matiza este pensamiento:
“Si acaso creíste que había esperanza…
o simplemente cerraste los ojos
y aún te preguntas
cuándo podrás despertar”.

La respuesta es nunca y por ello la comunicación con los otros queda reducida a un reflejo: una extraña costumbre de hablar sin esperar no ya una respuesta, sino ni siquiera que el interlocutor escuche.

Y así llegamos al último poema, que resume magistralmente este libro, tan entrañable como desesperado: el intento del náufrago de encontrar otra mano cuando, asido a un tablón en mitad del océano, está a punto de ahogarse:
“Soy el testamento de quien fundó esta página…
No me olvides”.

No lo olvides, lector, no lo olvides nunca.

JOSÉ ELGARRESTA, 29 de octubre de 2015. 


Soportar la noche ya está en marcha.