jueves, 30 de julio de 2015

YUIGON, para Fernando López Guisado



Harakiri, muerte de un samurái. Takashi Miike

                      Para Fernando López Guisado

El policía se enfrenta a la sien:
empuja su dedo
como quien busca el sabor
amargo a cianuro.

La gente de a pie
no se complica:
prepara un nudo y busca el árbol.

Hay mil formas de hacerlo.

El perezoso elige inundar su bañera
con la cuchilla afilada.

El inquieto se lanza al vacío
aprovechando el trayecto
para volar
y arrepentirse.

El samurái
—con su estricto código ético—
apura un trago de sake,
compone un zeppitsu
y atraviesa su vientre.

Lo importante es escapar.

Sin embargo
hay quien no necesita un arma,
quien no precisa un nudo,
llenar la bañera, abrir la ventana
o empuñar
el temeroso filo
de una daga.

El suicidio del poetaconsiste
en observar su mundo,
cerrar los ojos
y dejar de escribir.

DAVID MINAYO, Soportar la noche (Ediciones Vitruvio, 2015)

viernes, 24 de julio de 2015

PARA QUIÉN ESCRIBO, de Vicente Aleixandre






PARA QUIÉN ESCRIBO

¿Para quién escribo?, me preguntaba el cronista, el periodista
o simplemente el curioso.

No escribo para el señor de la estirada chaqueta, ni para su bigote
enfadado, ni siquiera para su alzado índice
admonitorio entre las tristes ondas de música.

Tampoco para el carruaje, ni para su ocultada señora
(entre vidrios, como un rayo frío, el brillo de los
impertinentes).

Escribo acaso para los que no me leen. Esa mujer que
corre por la calle como si fuera a abrir las puertas
a la aurora.

O ese viejo que se aduerme en el banco de esa plaza
chiquita, mientras el sol poniente con amor le toma,
le rodea y le deslíe suavemente en sus luces.

Para todos los que no me leen, los que no se cuidan de
mí, pero de mí se cuidan (aunque me ignoren).

Esa niña que al pasar me mira, compañera de mi
ventura, viviendo en el mundo.

Y esa vieja que sentada a su puerta ha visto vida,
paridora de muchas vidas, y manos cansadas.

Escribo para el enamorado; para el que pasó con su
angustia en los ojos; para el que le oyó; para el que
al pasar no miró; para el que finalmente cayó cuando
preguntó y no le oyeron.

Para todos escribo. Para los que no me leen sobre todo
escribo. Uno a uno, y la muchedumbre. Y para los
pechos y para las bocas y para los oídos donde, sin
oírme, está mi palabra.

II

Pero escribo también para el asesino. Para el que con
los ojos cerrados se arrojó sobre un pecho y comió
muerte y se alimentó, y se levantó enloquecido.

Para el que se irguió como torre de indignación, y se
desplomó sobre el mundo.

Y para las mujeres muertas y para los niños muertos,
y para los hombres agonizantes.

Y para el que sigilosamente abrió las llaves del gas y la
ciudad entera pereció, y amaneció un montón de cadáveres.

Y para la muchacha inocente, con su sonrisa, su corazón,
su tierna medalla, y por allí pasó un ejército de
depredadores.

Y para el ejército de depredadores, que en una galopada final fue a hundirse en las aguas.

Y para esas aguas, para el mar infinito.

Oh, no para el infinito. Para el finito mar, con su limitación
casi humana, como un pecho vivido.

(Un niño ahora entra, un niño se baña, y el mar, el
corazón del mar, está en ese pulso).

Y para la mirada final, para la limitadísima Mirada Final,
en cuyo seno alguien duerme.

Todos duermen. El asesino y el injusticiado, el regulador
y el naciente, el finado y el húmedo, el seco
de voluntad y el híspido como torre.

Para el amenazador y el amenazado, para el bueno y el
triste, para la voz sin materia
y para toda la materia del mundo.

Para ti, hombre sin deificación que, sin quererlas mirar,
estás leyendo estas letras.

Para ti y todo lo que en ti vive,
yo estoy escribiendo.

VICENTE ALEIXANDRE




Poeta español de la Generación del 27. Elegido académico en sesión del día 30 de junio de 1949, ingresó en la Real Academia Española el 22 de enero de 1950. Ocupó el sillón de la letra O.

Obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1933 por La destrucción o el amor, el Premio de la Crítica en 1963 por En un vasto dominio, y en 1969, por Poemas de la consumación. En 1977 se le otorgó el Premio Nobel de Literatura.

Obra poética

Su obra poética presenta varias etapas: pura, surrealista, antropocéntrica y de vejez. Además este personaje nos muestra el verdadero rostro de las personas en sus diversos poemas como el de «vinieras y te fueras dulcemente».

Poesía pura

Su primer libro, Ámbito, compuesto entre 1924 y 1927 y publicado en Málaga en 1928, es la obra de un poeta incipiente, que aún no ha encontrado su propia voz. Predomina el verso corto asonantado y la estética de la poesía pura juanramoniana y guilleniana, además de ecos ultraístas y de la poesía clásica española de la Edad de Oro, especialmente Fray Luis de León y Góngora.

Poesía surrealista

En los años siguientes, entre 1928 y 1932, se produce un cambio radical en su concepción poética. Inspirado por los precursores del surrealismo (en especial por Arthur Rimbaud y Lautréamont) y por Freud, adopta como forma de expresión el poema en prosa (Pasión de la Tierra, de 1935) y el verso libre (Espadas como labios, de 1932; La destrucción o el amor, de 1935, Sombra del Paraíso, de 1944). La estética de estos poemarios es irracionalista, y la expresión se acerca a la escritura automática, aunque sin aceptar la misma como dogma de fe. El poeta celebra el amor como fuerza natural ingobernable, que destruye todas las limitaciones del ser humano, y critica los convencionalismos con que la sociedad intenta apresarlo.

Poesía antropocéntrica

Tras la guerra, su obra cambia, acercándose a las preocupaciones de la poesía social imperante. Desde una posición solidaria, aborda la vida del hombre común, sus sufrimientos e ilusiones. Su estilo se hace más sencillo y accesible. Dos son los libros fundamentales de esta etapa: Historia del corazón, de 1954 y En un vasto dominio, de 1962.

Poesía de vejez

En sus últimos libros (Poemas de la consumación, de 1968, y Diálogos del conocimiento, de 1974), el estilo del poeta vuelve a dar un giro. La experiencia de la vejez y la cercanía de la muerte le llevan de vuelta al irracionalismo juvenil, aunque en una modalidad extremadamente depurada y serena. A estos dos títulos canónicos, esto es, de los publicados en vida por el propio poeta, podría añadirse un tercero, «En gran noche», de aparición póstuma, en 1991, y en la misma línea metafísica y reflexiva que los dos anteriores.


Libros de poesía

  • Ámbito, Málaga (6.º Suplemento de Litoral), 1928.
  • Espadas como labios, M., Espasa-Calpe, 1932.
  • La destrucción o el amor, M., Signo, 1935 (Premio Nacional de Literatura 1933).
  • Pasión de la tierra, México, Fábula, 1935 (2ª edición aumentada: Madrid, Adonais, 1946).
  • Sombra del Paraíso, M., Adán, 1944.
  • En la muerte de Miguel Hernández, Zaragoza, Cuaderno de las Horas Situadas, 1948.
  • Mundo a solas, M., Clan, 1950.
  • Poemas paradisiacos, Málaga, El Arroyo de los Ángeles, 1952.
  • Nacimiento último, M., Ínsula, 1953.
  • Historia del corazón, M., Espasa-Calpe, 1954.
  • Ciudad del Paraíso, Málaga, Dardo, 1960.
  • Poesías completas, M., Aguilar, 1960. (Edic. del propio autor y Arturo del Hoyo)
  • En un vasto dominio, M., Revista de Occidente, 1962 (Premio de la Crítica).
  • Retratos con nombre, B., Col. El Bardo, 1965.
  • Obras completas, M., Aguilar, 1968 (2º edición aumentada: 1977).
  • Poemas de la consumación, B., Plaza y Janés, 1968 (Premio de la Crítica).
  • Poesía surrealista. Antología, B., Barral, 1971.
  • Sonido de la guerra, Valencia, Hontanar, 1971.
  • Diálogos del conocimiento, B., Plaza y Janés, 1974.
  • Tres poemas seudónimos, Málaga, Col. Juan de Yepes, 1984.
  • Nuevos poemas varios, B., Plaza y Janés, 1987. (Edic. Alejandro Duque Amusco; recopilación: el mismo e Irma Emiliozzi)
  • Prosas recobradas, B., Plaza y Janés, 1987. (Edic. Alejandro Duque Amusco)
  • En gran noche. Últimos poemas, B., Seix Barral, 1991. (Edic. de Carlos Bousoño y Alejandro Duque Amusco)
  • Álbum. Versos de juventud (con Dámaso Alonso y otros), B., Tusquets, 1993 (Edic. de Alejandro Duque Amusco y María-Jesús Velo).
  • Prosa: Los encuentros. Evocaciones y pareceres. Otros apuntes para una poética, M., Austral, 1998 (Edic. Alejandro Duque Amusco)
  • Poesías completas, M., Visor/Comunidad de Madrid/Ayuntamiento de Málaga, 2001 (Edic. de Alejandro Duque Amusco).
  • Prosas completas, M., Visor/Comunidad de Madrid/Ayuntamiento de Málaga, 2002 (Edic. de Alejandro Duque Amusco).

Fuente: Wikipedia.

lunes, 6 de julio de 2015

LOS AMANTES



NIÑOS JUGANDO A FUSILAR A OTROS, AGUSTÍ CENTELLES (1936)



LOS AMANTES

A la Guerra Civil de Miguel Hernández

Ella vendía flores de lana, él
pintaba en óleo
paisajes de costa
y escondía protestas
en el sótano de casa.

Llevan juntos más de setenta años.
Nunca se dieron un beso.
Nunca cruzaron palabra. Él
pintaba en óleo paisajes de costa, ella
sacaba provecho
de mantos de lana.

Se enamoró de uniformes contrarios.
Se encaprichó de mensajes prohibidos.
Pasaron los años
con grave templanza.

En su retiro comparten derrota.
En su reserva la herida y el rayo
que nunca cesa.

Llevan juntos más de setenta años
recitando el silencio
su muerte y su rabia.

Unidos
por la cal y la tierra

se conocieron al borde
de una cuneta

mirando a las armas.

DAVID MINAYO, Soportar la noche (Ediciones Vitruvio, 2015)

 

jueves, 2 de julio de 2015

UN POEMA DE LUIS LLORENTE





Leer a Gamoneda. Escuchar la luz
con la turgencia de los árboles.

Volver sobre esa causa
que reestructura la memoria,
reescribe un pasadizo en el amor.

Esa sílaba fugaz,
lo que ocupa
los tañidos en la aurora.

Fuego
o mano que arde al tiempo,
por el tiempo y hacia ella.

Mira cómo cambia la derrota.

Los punzantes cuchillos son las hojas de la fiebre,
el destino en humedad rasante,
la abierta transparencia,
claridad ardiendo.

José-Miguel Ullán dijo que el mayor enemigo de una palabra
es otra palabra.

Pero qué enemigo, si ahora está tu mano
junto a los juncos del corazón,
los ríos en bonanza.

Y amas esa tinta
para mirar tan sólo la belleza,
la ebriedad de la luz.

Olga Orozco se pasó todo el poema
buscando el talismán. Toda la vida,
toda la carne.

Quevedo escuchaba
con sus ojos a los muertos,
miró los muros de la patria.

Mas qué patria, qué desmoronamiento de raíces
para el beso que destruye,
para el guardar el don.

Rilke amaba
la locura de la noche,
fue liturgia en el desdén
y en el vacío, fue condena
y hondura de celebraciones.

Lorca escupió
caballos azules en la madrugada,
al llegar el alba, al nacer
la muerte.

Juan Ramón fue circundando
los abismos.

Hölderlin no tuvo
descendencia. El canto
único. La luz que nace.

Y ahora miro
la celeste habitación,
su sorda despedida.
Estas calles que no pueden
alejarse, crepitar
en llamaradas, meterse
al fondo del verano. Y ocupar ya sólo
sus rincones.

LUIS LLORENTE