domingo, 31 de marzo de 2013

HE DEJADO DE ESCUCHARTE

Siempre me ha encantado describir situaciones últimas, de desasosiego, tal vez por esa idea que tengo de que el mejor poema siempre es el más triste, como aquél de Neruda en el que tiritaban, azules, los astros a lo lejos

Este breve poema es uno de los que publiqué, gracias a Benjamín Prado, en la revista que él dirige: Cuadernos Hispanoamericanos. Cuenta la historia de una última noche y de un último desencuentro, ese momento en el que todo está perdido pero aún no se ha hecho oficial. 

La cita histórica alude a la quema de libros de los nazis en una plaza de Berlín -por aquella época disfrutaba de poner citas históricas en los poemas-. 

La frase en latín la leí en mi novela preferida: El nombre de la rosa, de Umberto Eco. La incluí porque describe a la perfección la imágen de los dos protagonistas del poema: están juntos, en la cama, pero con los corazones apagados o a mil kilómetros de distancia.

El nombre de la chica a la que se lo escribí no lo pienso revelar nunca... xD






                                            Homo nudus cum nuda iacebat
                                     et not commiscebantur ad invicem.
                                                                              Umberto Eco

Las sábanas encierran nuestros cuerpos
de la forma en que las tapias
retienen al ejército de cruces.

Pienso
en abril del treinta y tres:
Sobre la Bebelplatz, Karl Marx
arde como esta noche
tu mirada en las paredes.

Llevas las palabras desnudas
lanzándose
igual que un salvavidas urgente
sobre el mar de los fatídicos silencios.

He dejado de escucharte, las arañas
rodearán mañana nuestros besos
con su embudo
de seda olvidadiza.

DAVID MINAYO, 2011 
 


Podéis encontrarlo, junto con otros cuatro poemas, en el número 732, de junio de 2011, de la revista Cuadernos Hispanoamericanos.



jueves, 28 de marzo de 2013

POETAS IMPRESCINDÍBLES: José Ángel Buesa

Hay poesía recomendada y poesía imprescindible, como la de José Ángel Buesa, poeta cubano popularmente desconocido en nuestro país, al que yo conocí hace algunos años escuchando la radio. 

Fue cuando, a principios de 2002, se nos marchaba la peseta y, como despedida, la locutora le dedicó este grandísimo poema:


Poema de la despedida

Te digo adiós, y acaso te quiero todavía.
Quizá no he de olvidarte, pero te digo adiós.
No sé si me quisiste... No sé si te quería...
O tal vez nos quisimos demasiado los dos.

Este cariño triste y apasionado y loco
me lo sembré en el alma para quererte a ti.
No sé si te amé mucho... no sé si te amé poco;
pero sí sé que nunca volveré a amar así.

Me queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo
y el corazón me dice que no te olvidaré;
pero al quedarme solo, sabiendo que te pierdo,
tal vez empiezo a amarte como jamás te amé.

Te digo adiós, y acaso, con esta despedida,
mi más hermoso sueño muere dentro de mí...
Pero te digo adiós, para toda la vida,
aunque toda la vida siga pensando en ti.



Me enamoré de él al instante. Tal vez fue algo difícil encontrar sus libros sin tener que pedirlos, pero con ellos descubrí que su poesía está repleta de momentos memorables, versos que obtienen su reflejo en la vida, y viceversa. Nadie como Buesa para definir el desamor.

Existe una antología con una selección bastante amplia de sus poemas
Nada llega tarde, publicado en Editorial Betania.

 

miércoles, 27 de marzo de 2013

BERLÍN



     A principios de 2011 escribí un poema inspirado por un sueño sobre el Berlín de 1945. Gracias a Fernando López Guisado, poeta y gran amigo, hace unos días conseguí darle a la composición ese toque que se venía resistiendo y que no me permitía estar conforme.

Creo que la mejor manera de empezar este Blog es compartiendo Berlín, y agradeciendo a Fernando su gran ayuda, su apoyo y su amistad.



Abril del cuarenta y cinco.
Un niño corre por las calles de Berlín.
Le persigue la muerte
atornillada a la culata de un Tokarev.
Al doblar una esquina
tropieza con el cuerpo de una princesa.
Los zapatos le huelen a sangre.

La camisa me apesta a sudor.
No recuerdo el punto de partida.
No me importan las balas ni los porqués.

Sus ojos se apoyan en el cadáver
de la forma en que busca un poema
su instante perdido.
La ciudad es un esqueleto rodeado de alimañas,
un callejón sin salida.
Despacio, como el amante inadvertido,
se arrodilla junto a ella, coge sus manos
y pienso:
«la vida, como el amor,
merece un final distinguido».

Llegan los soldados: él no se mueve.
No le importan las balas ni los porqués.
No recuerda la cara de sus padres,
el niño que era, el punto de partida.

Igual que un árbol apagando sus llamas
en aire caliente,
se pierde en el cuello de la muchacha.
Los rifles, colmillos de Stalin,
escupen su muerte y olvidan
que fueron humanos.

El grito de una sirena incendia la habitación.
Apago el televisor. Me rindo
al oscuro placer de estar solo.
Al final del trayecto guarda el pasillo
su vieja emboscada. 

Berlín lleva muerto más de sesenta años.
Tú y yo
apenas unos meses.


DAVID MINAYO, 2011-13