miércoles, 22 de noviembre de 2017

LOS HIJOS INFINITOS, de Andrés Eloy Blanco






LOS HIJOS INFINITOS

Cuando se tiene un hijo,
se tiene al hijo de la casa y al de la calle entera,
se tiene al que cabalga en el cuadril de la mendiga
y al del coche que empuja la institutriz inglesa
y al niño gringo que carga la criolla
y al niño blanco que carga la negra
y al niño indio que carga la india
y al niño negro que carga la tierra.

Cuando se tiene un hijo, se tienen tantos niños
que la calle se llena
y la plaza y el puente
y el mercado y la iglesia
y es nuestro cualquier niño cuando cruza la calle
y el coche lo atropella
y cuando se asoma al balcón
y cuando se arrima a la alberca;
y cuando un niño grita, no sabemos
si lo nuestro es el grito o es el niño,
y si le sangran y se queja,
por el momento no sabríamos
si el ¡ay! es suyo o si la sangre es nuestra.

Cuando se tiene un hijo, es nuestro el niño
que acompaña a la ciega
y las Meninas y la misma enana
y el Príncipe de Francia y su Princesa
y el que tiene San Antonio en los brazos
y el que tiene la Coromoto en las piernas.
Cuando se tiene un hijo, toda risa nos cala,
todo llanto nos crispa, venga de donde venga.
Cuando se tiene un hijo, se tiene el mundo adentro
y el corazón afuera.

Y cuando se tienen dos hijos
se tienen todos los hijos de la tierra,
los millones de hijos con que las tierras lloran,
con que las madres ríen, con que los mundos sueñan,
los que Paul Fort quería con las manos unidas
para que el mundo fuera la canción de una rueda,
los que el Hombre de Estado, que tiene un lindo niño,
quiere con Dios adentro y las tripas afuera,
los que escaparon de Herodes para caer en Hiroshima
entreabiertos los ojos, como los niños de la guerra,
porque basta para que salga toda la luz de un niño
una rendija china o una mirada japonesa.

Cuando se tienen dos hijos
se tiene todo el miedo del planeta,
todo el miedo a los hombres luminosos
que quieren asesinar la luz y arriar las velas
y ensangrentar las pelotas de goma
y zambullir en llanto ferrocarriles de cuerda.
Cuando se tienen dos hijos
se tiene la alegría y el ¡ay! del mundo en dos cabezas,
toda la angustia y toda la esperanza,
la luz y el llanto, a ver cuál es el que nos llega,
si el modo de llorar del universo
el modo de alumbrar de las estrellas.

ANDRÉS ELOY BLANCO 




Poeta venezolano nacido en 1896. Es parte de la Generación del 18.


Obras

  • El huerto de la epopeya (1918)
  • Tierras que me oyeron (1921)
  • Los claveles de la puerta (1922)
  • El amor no fue a los toros (1924)
  • El Cristo de las violetas (1925, teatro)
  • Poda (1934)
  • La aeroplana clueca (1935)
  • El pie de la Virgen (1937, teatro)
  • Barco de piedra (1937)
  • Abigaíl (1937, teatro)
  • Malvina recobrada (1937, teatro)
  • Baedeker 2000 (1938)
  • Liberación y Siembra (1938)
  • Navegación de altura (1942, compilación de artículos políticos)
  • Vargas, albacea de la angustia (1947, biografía)
  • Los muertos las prefieren negras (1950, teatro)
  • A un año de tu luz (1951)
  • La Hilandera (1954)
  • El poeta y el pueblo (1954)
  • Giraluna (1955)
  • La Juanbimbada (1959, póstumo)
  • Orinoco
                                                                                                                                          Fuente: Wikipedia

sábado, 18 de noviembre de 2017

APROVECHA





APROVECHA

has aprendido
que solo dos días
tendrán menos
de veinticuatro horas

y te queda uno

DAVID MINAYO, Soportar la noche (Ediciones Vitruvio, 2015) 


lunes, 13 de noviembre de 2017

TIENE QUE HABER LA NOCHE





Queda muy poco tiempo para que vea la luz mi próximo libro, por lo que quiero compartir con vosotros uno de los poemas que podréis encontrar entre sus páginas: 


Pero yo he de buscar por los rincones.
                             Federico García Lorca

Cuando la tarde es tarde y se contempla sola.
Y las farolas vuelven de su cobrizo ensayo.
Y las aceras visten
                                    zapatos
                                                    serenos.
Nada sucede.
Pero yo he de buscar por los rincones.
Cuando el agosto es suave
balanceo de alisos.
Y los pinares hablan su verde campo.
Y las madres besan
                                     mejillas
                                                    imberbes.
Nada sucede.

Siempre hay un sol que no desguaza sombras.
Tiene que haber la noche en una tarde cualquiera.

Cuando la tarde es tarde y se contempla sola.
Y la cañada está
dormida en su barro.
Y en la ventana alfombra.
Y en el portal silencio. Nada
sucede.
Cuando hay las cuatro entre la siesta y cielo.
Y se amontona el aire
                                           en las aspas
                                                                   del sueño.
Y las abejas nata.
Y las botellas corcho.
Y en el deseo calma.

Cuando hay agosto
sobre todas las cosas
y el cielo seca
                           la oscuridad
                                                   de los tejados.
Nada sucede.
Pero yo he de buscar por los rincones.
Tiene que haber un sol que no desguace sombras.
Tiene que haber la noche

en una tarde
cualquiera.

DAVID MINAYO, La lluvia es un lugar donde esconderse (Ediciones Vitruvio, 2017)