sábado, 26 de julio de 2014

TRES POEMAS DE FRANCISCO CENAMOR




AVENTURAS DE BARRIO

Amores imposibles cuando descubres a la chica que en el tren te mira a los ojos cada mañana haciendo cola en el banco con su novio. Miradas furtivas en la misa de once que acaban en una cita en el discobar. Bares con olor a frito donde se niegan penaltis. Goles marcados al sábado como si en ello nos fuese la vida. Aceras por descubrir (ínsulas extrañas do luchar contra los coches, los nuevos gigantes Sancho). Valiente muerte juvenil sobre las ruedas del fin de semana, equipo de piernas para sillas de ruedas. Mujeres con depresión que se asfixian subiendo al cuarto piso. David ecologista intentando abatir a Goliath ministerio de obras públicas. Cola del paro, Ley de extranjería, olmos y plátanos por palmeras y lianas

Sin salir de mi ciudad, el mundo se ha convertido en una apasionante aventura


CIUDAD

donde la luz
ya no nos deja ver las luces

donde el ruido
no nos deja oír cada sonido

donde un gran latido
impide que escuchemos el nuestro

donde hay tanta gente
que ya no vemos a nadie

donde nuestra muerte
está prevista en una encuesta

donde vivo


SOLO EN BARCELONA

Uno no se siente más yo que cuando está solo en una ciudad que no conoce, y además hay calles desabridas con hileras de dos faros que no se detienen y oloroso silencio frente a la Sagrada Familia (ese esqueleto de fantasma cuyas puntas se pierden en la noche del cielo) y el viento sopla frío y las farolas están tristes y las palmeras quedan ridículas en aquel frío y por fin La Rambla donde paseamos todos los forasteros y miramos cómo recogen las flores y las putas tan jóvenes y negras y bajamos los ojos y alguien mira y hace señas y la ciudad es hostil de repente y coges el metro en Drassanes hasta el frío hostal donde te alojas y en la habitación piensas estás solo pero es que esta vez querías estar solo

Por eso es mejor que ella no haya venido y hubiese mar y olor silencioso, fantasma de Sagrada Familia y ciudad que no conoces, farolas tristes y La Rambla, forasteros y putas y metro y la habitación del hostal donde estás solo porque esta vez quieres estar solo


De Ángeles sin cielo (Ediciones Vitruvio, 2003)

FRANCISCO CENAMOR,

 (Leganés,1965). Ha publicado los libros de poemas Amando nubes,  Ángeles sin cielo, Asamblea de palabras, Casa de aire y Nada somos. Edita el blog literario Asamblea de palabras.  Imparte clases de teatro en centros públicos y privados.

martes, 22 de julio de 2014

REFLEXIONES FRENTE A UN ANTIGUO HUERTO




REFLEXIONES FRENTE A UN ANTIGUO HUERTO

Una mañana de sábado
—como tantas veces—
intentas levantarte.

Tu huerto espera sediento de nubes.
Llameante de fresa.
Con el verde espiga de las judías. Hambriento
de sudor y azada. Exento
de ti.

Una mañana de sábado
teñidas están
las yedras blancas.

Tu nieto ha ido a verte
con los pantalones rotos y sus veinte años.
Cogiste su mano
mientras nadabas confuso entre la luz del día
y los destellos 
                              sombríos
                                                 de la química.

Te ha crecido la barba y disimula el bigote.
Huele fuerte a lejía
dentro y fuera de ti.

Aún se acuerda:
le dijiste cariño por primera vez.

Una mañana de sábado
—atado fuerte a la blanca yedra—
tal vez
intentas perderte

entre los tallos diligentes de la hortaliza,
en la romanza matinal de la cresta del gallo,
en los cimientos del balancín
de cada niño que sonríe. Entregarte
bajo el estático verde del almendro
con tu uniforme azul
y el antebrazo firme
al confortable céfiro del estanque.

Has aprendido
que el tiempo no va a perdonarte.
Que nadie regará tu huerto.
Que morirán uno a uno los peces
y el gallo
dejará de cantar
y las fresas
se quebrarán al sol

como el verde agosto de las judías
se tornará del óxido
más oscuro.

Y yo te escribo
casi quince años después,
sentado
frente al desierto de paja
que fue tu huerto,
con los pantalones rotos
y alguna cana,
recordando el día
en que dijiste cariño, sabiendo
que el tiempo es con saña
el más cruelde los verdugos, 
preguntándome

si acaso creíste
que había esperanza, que todo
marchaba bien,

o simplemente
cerraste los ojos

y aún te preguntas
cuándo
podrás despertar.

DAVID MINAYO 


viernes, 18 de julio de 2014

TRES POEMAS DE FERNANDO LÓPEZ GUISADO





Ojos vacíos. 
Contemplan el asesinato de la creación, 
la danza sin sentido de las luces ciudadanas,
el vapor que se eleva desde lugares 
donde no debería vivir un ser.

Soy un poeta y un esclavo.
Un escorpión de metal que se esconde 
por las rejillas de una red interminable.
Un loco al que la soledad de su jornada continua 
y su diminuta madriguera 
han convertido en un vampiro de sentimientos ajenos, 
en un fantasma de imaginación,
en una manifestación mutable 
que se aparece bajo mil nombres cibernéticos:

uno por cada infierno que subyace tras los circuitos,
uno por cada futuro incierto que nos queda por vivir.

                                             De La letra perdida, Ediciones Vitruvio


MEMENTO MORI

Vivo en un municipio dormitorio
que se considera mejor que otros
como un poeta junto a otros
como un humano junto a otros.

Una mañana en una cuneta apareció un gato muerto.
Permaneció tirado y pasaron los días.
Ignorado por los servicios de limpieza,
ignorado por los coches que se vertían a la autopista
de camino a sus trabajos en la ciudad.

Una noche regresaba cansado, me detuve.
Bajo un cielo sin estrellas
permanecí mirando aquel cadáver peludo y sucio
medio transportado por las hormigas
a diminutos bocados
desde el asfalto a la tierra.

Pregunté ¿quién has sido? Contestó:
Eso ya no importa ahora soy Muerte.
Vuelve a tu ciudad dormitorio también fue mía
cuida de tus gatos y recuérdame
en esta noche sin luna
como si no fueras humano
como si nunca hubieras pertenecido a un lugar.

                             De Rocío para Drácula, Ediciones Vitruvio


ROSEBUD

Toma forma de muñeco de Mazinger Z.
Lo tenía mi primo, en su casa de campo.
Deseamos siempre lo ajeno con envidia;
no importaba lo mucho que jugásemos
juntos durante aquellos largos veranos.

Ese articulado robot era mi héroe; mi primo,
su piloto. Lo hacía emerger de la piscina
para reparar el mundo, dar una paliza
a los malos, superar sin miedo a la muerte.

Recordábamos aquello,
pasando ya de adolescentes.
Durante tardes de fútbol,
en el estadio, en invierno,
con las gargantas ardiendo y los pies helados.

Un año, ganamos la copa,
fuimos a celebrarlo
bañándonos en una fuente.
Él se tendió,
sumergido por completo,
suspendido en el tiempo,
parecía en paz.

Surgió de aquellas aguas como el Mazinger Z:
un titán bautizado,
lleno de victoria y fuerza.

Hace seis años no pudo asistir a mi boda.
Prometí ir a verlo, al hospital, tras el viaje
de luna de miel. Resultó demasiado tarde.
No brotará del agua a ver ganar otra copa
al igual que no he podido volver al estadio.

En una vitrina, guardo un muñeco de Mazinger.
Cada año, en mi aniversario, le quito el polvo
recordando en silencio aquella casa de campo.
Los pies se me hielan,
la garganta me arde
y se me van haciendo
muy cortos los veranos.

                                       inédito

FERNANDO LÓPEZ GUISADO,
 


(Madrid, 1977) Combina la escritura, la organización de actos culturales y la crítica literaria con la Imagen Radiológica.

Ha publicado los poemarios: Aromas de Soledad, El Altar de los Siglos, Porque nunca fue suyo y La Letra Perdida (finalista del premio de la Asociación de Editores de Poesía 2012, 2ª edición 2014).

Aparece en las antologías: Los jueves literarios de la casa del libro, Memoria y euforia, Rivas: una mirada escrita, Ilusionaria, Historias del Dragón, 2099b: la mejor ciencia ficción en España, Leyendas Urbanas, El viejo terrible: un homenaje a Lovecraft, En legítima defensa: poetas en tiempos de crisis, Calabazas en el trastero: asesinos históricos, La bruma, Frankenstein: diseccionando el mito. Ha coordinado la antología Anatomías Secretas en torno a la figura del licántropo y la bestia interior.

Colabora con diversos medios y revistas de difusión cultural. Conduce las bitácoras digitales Buenas Noches Nueva Orleans y Recomendado por Superlópez. Realiza labores de profesor de taller de creación y asesor literario. Es presidente de la Asociación Cultural Letras Vivas. Forma parte de colectivos literarios como Escritores de Rivas, Esmater: plataforma para el terror y La Hermandad Poe.

Durante las noches de invierno, brilla por la radiación acumulada…



miércoles, 9 de julio de 2014

TRES POEMAS DE ANTONIO DAGANZO








El más grave error de quien olvida
es creer que el olvidado hará lo mismo.
Imagino, pues, tu rostro,
su expresión de sorpresa,
o más bien desconcierto,
o mejor ira sorda,
al saberte vencida en la batalla,
que al muerto que mataste
aún le resta podredumbre de amor
para vivir.
La nota has recibido,
qué tal, qué haces, cómo sigues,
esencia de victoria y destrozado,
soy feliz.

                           De Que en limpidez se encuentre (2007)


Del convaleciente
observemos su posición horizontal,
su discurso cerrado,
ese azul que le flota sobre el rostro
a despecho de una oscura palabra
entumecida.
Cama o cuerpo de mezcla
donde el plomo y el vidrio se conjuran,
detienen el tiempo enamorado
del muchacho salvaje,
humilde que no conoce garras
pues él es el ayer sin pesadumbre.
Presenta este cansancio
el estandarte final de la refriega,
el viento en alza,
la sierpe sinuosa por los aires
que habrá de ser partida por la espada
del único guerrero en el collado.
Entonces el azul
abrirá el rostro, azada en el crepúsculo,
y plomo, vidrio, muerte serán tierra
para el comienzo eterno.

                                De Mientras viva el doliente (2010)


DESTINO

Ves esa esquina ruda,
forjada en el acero, terminante,
recto el ángulo que la imaginación completa,
que el espanto reduce al homicidio.
Piensas:
“Si la vida me exige tanta vida,
si he de ser este pecho que sus nidos prepara,
¿por qué se desgarra el firmamento,
la música celeste,
la armonía continua de los astros?
¿Por qué la voluntad me suena a sangre?”
Te lamentas incluso
de la herida tan honda de tu alma
que nunca imaginó sufrirse tanto,
llamarse por encima de la noche,
y aún sólo miras
la esquina terminante, ruda y tuya.

No la agravies sin más,
cierra los ojos,
ríndete finalmente a la condena:
camina y dobla.
Está en ti caminar hasta la muerte
aunque la muerte aguarde al otro lado
tremenda, inaplazable,
fría,
ya.
Camina y dobla.
Aprende
que al otro lado de este instante seco,
miedo o filo,
no hay herida mayor que tu futuro.

Llamarse por encima de la noche
es el destino humano.
No te defraudes nunca.

                             De Llamarse por encima de la noche (2012)

ANTONIO DAGANZO 
 

(Madrid, 1976) es poeta, narrador, periodista, divulgador cultural y musical. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid, ha visto publicados los poemarios Siendo en ti aire y oscuro (Ed. Slovento, Madrid, 2004), Que en limpidez se encuentre (Ediciones Vitruvio, Colección “Baños del Carmen”, 2007) y Mientras viva el doliente (Ediciones Vitruvio, Colección “Baños del Carmen”, 2010; 2ª edición, 2014; en proceso de reedición en Ecuador), libro recomendado por la Asociación de Editores de Poesía, y Finalista del Premio de dicha entidad, en la modalidad de mejor obra de habla hispana publicada en 2010. Llamarse por encima de la noche (Ril Editores, Santiago de Chile, 2012) fue su primer poemario aparecido en Iberoamérica, Mención de Honor “Luis de Góngora y Argote” concedida por el Instituto de Estudios de Literatura Contemporánea (España).
Sus versos se han incluido en antologías como Agua: Símbolo y memoria (Ed. Slovento, Madrid, 2006) y 12+1: una antología de poetas madrileños actuales (Ed. Endymion, Madrid, 2012). Trabajos poéticos y narrativos de su autoría han visto la luz en destacadas revistas (Turia, Piedra del molino, Prima Littera, Calicanto, Luces y sombras o Álora, la bien cercada). Ha brindado recitales en foros como el Ateneo de Madrid o la Tertulia Literaria Hispanoamericana “Rafael Montesinos”. Ha sido traducido al alemán como narrador, y recientemente ha aparecido su primer ensayo divulgativo, Clásicos a contratiempo (Ediciones Vitruvio, Madrid, 2014), dedicado a la difusión de la música culta.