martes, 10 de junio de 2014

DOS POEMAS DE KARIM CHERGUI






LUCÍA MADEIRA CAEIRO

"Debo de ser uno de los primeros deportistas 
que tuvieron que jugar un partido con cien mil personas en contra."
                                                                     Luis Felipe Madeira Caeiro, Figo

Lucía salta al Nou Camp
y es el diez del Madrid y del cinismo.
El campo es un panal de ira
mientras ella mira, profesional, hacia los haters:
acabemos con esto de una vez.
La bilis se mide en decibelios
y es ese ruido mi silencio
cuando me mira y enseguida comprende
que no habrá olvido
ni perdón.
Habitan cien, exactamente cien
verdades
falsas
en su mirada de Judas de élite,
y yo me las creí todas:
las dos ligas, las dos copas del Rey,
las exactas 96 veces en las que me convenció
de que Tesalónica no era ni esdrújula ni ciudad.
En eso pienso mientras el partido avanza
y así la inquina:
ella conduce el balón y la gente ¡Figo Judas!
ella trata de jugar al primer toque
y no es más rápida que ese odio exponencial;
ella existe y yo una pancarta “Lucía, filla de puta”
Ahora se acerca para lanzar un córner.
Desde la esquina busca a Iván Helguera,
que ha subido a rematar,
pero algo la distrae,
algo que le ha caído desde la grada.
Entonces se gira y lo ve:
a sus pies mi último poema,
la cabeza de un cochinillo.

  
POR ESO


Ella no es una chica espectacular, ella es sólo una chica normal que me  flipa.

Porque ella no es campeona del mundo en nada
pero si la pienso fuerte le nacen tragaluces a los techos
y empiezan a moverse solos los columpios de los parques
y empieza a nevar sobre las playas
mientras por la calle
los niños pequeños me miran con sus ojos grandes
como diciéndome
has sido tú, ¿verdad?

Por eso me flipa.

Porque ella mata a las rosas muertas
y hace lazos de cuello de cisne con las agujas del reloj
pero sus ojos no son como los de vuestras novias,
no son de azul laspilázuli ni verde jade,
son vulgares y marrones como los de cualquiera,
y sin embargo cuando ella me mira, me suena La Marsellesa por dentro,
me mira y me ve más valiente que el trueno,
aunque es ella la inconsciente que vuela sin tren de aterrizaje,
kamikaze perdida, hacia mí,
yo antes no era así, me dice,
pero entonces
tú.

Por eso me flipa.

Porque tiene todos los defectos de la mujer verdadera
pero ni un solo lunar, os lo juro, ni uno solo,
os lo digo yo, que los he buscado con lupa y cartabón,
con mapas y sextantes,
y he encontrado a cambio
las huellas de la vida en su piel,
trazos minúsculos de ruedas de bicicleta en sus muslos,
piel de naranja en sus nalgas
que me dicen
yo sólo soy real.

Por eso me flipa.

Porque es el pan y la tierra.

Porque la miro y pienso
que quién quiere princesas
quién quiere trenzas de arcoíris
quién amores de gominolas,
cuando tiene delante los defectos de la mujer cierta
que llora y sangra y suda contigo
las batallas que en tantas otras ocasiones perdimos
pero que quizás, sólo quizás,
esta vez
no.

KARIM CHERGUI ,

Poeta español, nacido en Melilla en 1979. Gran comunicador, acostumbra a participar en jams poéticas, y se le suele ver —con cierta frecuencia— durante las tardes de los martes en el madrileño Diablos Azules Bar. En su poesia mezcla el lenguaje cotidiano con elaboradas imágenes. Es autor del  poemario La Nadia que no veis, y administrador del siguiente blog:

www.elblogdekarim.blogspot.com



Sobre él, él mismo cuenta:


No me gusta que me hablen los taxistas. Tampoco cuando me cortan el pelo. No me gusta que cuando estoy mirando ropa alguien se me acerque y me diga hola, ¿te puedo ayudar? Ni aunque esté buena. Me gusta leer libros de pie en las librerías, aunque me pongo nervioso cuando una chica se pone a curiosear un libro a mi lado. Cualquier día me dará por invitarla a un café. No me gusta el café. Lo de invitarla "a un café" sería sólo por convención, se entiende. Para que supiera que tengo huevos pero que no soy peligroso. Tú me decías eres peligroso, miras hondo. Y yo respondía, te dije que no te convenía quitarme las gafas. No me gusta hablar con desconocidos. Con algunos. El taxista de esta mañana. Sólo me corto el pelo tres veces al año. Tú me llamabas Principito.




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